GENERACIÓN ESTRELLA

 FINALISTAS 2024

RELATO SEGUNDO PUESTO 2024

NUNCA TERMINARÉ LA DIVINA COMEDIA

Elena Jiménez Gomariz

“Hay noches que todo es una porquería

y pienso en ti”

El pensamiento circular (Iván Ferreiro)

 

“Una noche

una noche toda llena de perfumes, de

murmullos y de música de alas”

Nocturno III (J. A. Silva

Leo: Fumar mata. Pienso: todo mata, incluso fumar.

Estoy en una sala de espera −una habitación del siglo XX− a las 5 am (ante mortem). Me muerdo la piel sucia del pulgar porque padezco una cosa o un estado que se llama onicofagia, y sangro al darme cuenta de que el griego ha sido reducido a nombrar enfermedades. Desbloqueo por rutina la pantalla del teléfono y reviso el catálogo de Alpha Decay en una pestaña en modo incógnito. A veces utilizo el modo incógnito para buscar cosas absurdas por las que siento una vergüenza bastante concreta. Por ejemplo: por qué tenemos sueño después de comer. Respuesta: somnolencia postprandial. Otro ejemplo: cuántas calorías contienen dos copas de vino. Respuesta: 180 calorías. Una más: se puede recordar el dolor. Respuesta: No hay respuesta.

Levanto la vista y escucho lo que oye con descuido el adolescente de mi derecha. Ghost boy. La reconozco. Vi el documental del chico atormentado que moría en la pantalla. El adolescente de mi derecha seguramente también desee estar atormentado (uso el subjuntivo y no el indicativo a modo de esperanza mientras pienso estas palabras). Parece un existencialista. Siempre imagino a los existencialistas (todos franceses, claro) delgadísimos y atormentados, vestidos con un jersey de cuello negro vuelto, el pelo rubio, ni corto ni largo, y unas gafas de sol. El color de los ojos puede ser cualquiera porque siempre lo opacan unas gafas de sol.

Le suda muchísimo la frente y está solo. Me pregunto si habrá matado a alguien o si podría morir por alguien. Poco importa. Me toco por imitación la frente y también está llena de sudor. Sudo porque nunca he soportado la lentitud ni las pausas largas: camino rápido, hablo rápido, como rápido, me enamoro rápido. Aquí, por desgracia, no ocurre nada.

Miro ahora a la chica de “enfrente” y me detengo un segundo en la etimología del adverbio. Recuerdo que, cuando iba al instituto, mis profesores insistían en que in front of no significa ‘enfrente de’ en español, sino ‘delante de’. Sonrío como se sonríe a mi edad cuando se tiene razón[1].

¿La chica está enfrente de mí, delante de mí o en contra de mí? No sé. Tiene los ojos azules y el pelo rubio o rubio oscuro, o una mezcla, pero no el pelo negro como en ese libro de Duras. Quiero tocar el sudor de su frente y besarla, pero no puedo. Lee con desgana una novela demasiado larga que tiene un título de una sola palabra, y trato de pensar en títulos de novelas que contienen una sola palabra. Pocas vienen a la cabeza: Stoner. Melancolía. Expiación. Insolación. Me canso pronto y dejo de esforzarme. La pereza es la soledad sin sus encantos.

Desbloqueo (otra vez) la pantalla del móvil. Pregunto a Google (no tanto por alivio cuanto por la piedad y su belleza) por qué alguien olvida cómo ha llegado a un lugar. Respuesta: posible Alzheimer. Segunda respuesta: olvido voluntario por miedo a evocar una experiencia. Ni piedad ni alivio ni belleza, por lo que insisto en la interrogación: se puede olvidar la muerte propia. Respuesta: un grupo de científicos considera que la conciencia continúa funcionando tras la ausencia física de signos vitales. Ahora sí: alivio, piedad y belleza.

Apago el teléfono y, mientras tarareo todas las canciones, recuerdo sin querer que ayer dejé la lavadora puesta.

 

[1] Enfrente o en frente (según el DLE).

  1. adv. A la parte opuesta, en punto que mira a otro, o que está delante de otro.
  2. adv. En contra, en pugna.